Aunque el hombre que estuvo a su frente, el maestro Piotr Vandilovsky, no hizo demasiado uso del rubatto (esencial en muchas de las piezas de Johann Strauss y familia) en sus interpretaciones, pero gracias a su carácter afable y bonachón, regaló un más que animado Gran Concierto de Año Nuevo, como se denomina el mismo, en corcondancia con la anual tradición vienesa. En general el director dotó de soltura y ritmo a las polcas y a las marchas, y recreó con lirismo y elegancia los valses. Como solista vocal, intervino la soprano lírico-ligera Tatiana Tretiak, cantante de la Ópera Nacional de Bielorrusia, que ofreció varias páginas de gran coloratura y agilidad vocal pertenecientes a las operetas El murciélago y El barón gitano de Johann Strauss (hijo) y dos adaptaciones de dos de sus valses: Cuentos de los bosques de Viena y Voces de primavera. La soprano hizo gala de cualidades gestuales, y aunque alcanzó los agudos con enorme facilidad, en algunos se notó un tanto apurada, quizá por ese alarde de pirotecnia vocal al que se ha visto obligada. (Como curiosidad decir que ciertos pasajes de la adaptación del vals Cuentos de los bosques de Viena recuerdan al aria de la locura de la ópera Lucia di Lammermoor de Donizetti, tal es el diálogo entre flauta y soprano, que recurre a picados y saltos de considerable envergadura).
No faltaron las bromas de buen gusto (como es norma obligada en la ciudad de la Música): en la interpretación de la famosa Polka del champán de Strauss (hijo), uno de los metales se acercó al podio a ofrecer una botella al maestro, quien dio su visto bueno a la calidad del champán, para que posteriormente el propio instrumentista le tendiera una copa, y, brindando y dirigiéndose ambos al respetable, Vandilovsky nos felicitara las fiestas navideñas. Otra de ellas fue en la ejecución de la Fantasía sobre el Carnaval de Venecia de Strauss (padre), donde, en un detalle por parte del maestro, fue haciendo levantarse a cada atril o grupo de atriles, tras cada una de sus intervenciones solistas en las variaciones de esta pieza un tanto "camerística", provocando el aplauso del público.
Y tampoco faltaron los defectos: Vandilovsky dejó sin concluir su interpretación del vals Periódicos matutinos, presumiblemente, por faltarle parte de la partitura en su atril, haciendo callar a la orquesta, provocando un silencio expectante y atacando directamente la siguiente obra en programa: la Polka pizzicato. Falta de previsión donde las haya.
En general el programa brindó piezas no demasiado manidas, algo que es de agradecer, del "príncipe de la felicidad", Johann Strauss hijo (salvo dos piezas de Josef y Johann padre), entre valses, polkas (rápidas y lentas), marchas, fantasías y arias de opereta. A mi parecer, no habría estado de más la interpretación de algún que otro vals en versión original (no adaptado para soprano).
Las dos propinas de rigor, Danubio Azul (éste un tanto acelerado) y Marcha Radetsky (con sus consabidas palmas por parte del público), y un sorprendente a la vez que gratificante obsequio por parte de la soprano, el popularísimo villancico español Pero mira cómo beben los peces en el río, dieron broche final a una velada realmente entrañable. Ya sabéis, si deseáis creeros por dos horas que estáis en la capítal austríaca dando la bienvenida al Año Nuevo, nada mejor que asistir a uno de los conciertos que ofrece la Strauss Festival Orchestra.
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