jueves, 10 de febrero de 2011

Dos Zarzuelas chicas de sus Padres

Una nueva producción presenta el madrileño Teatro de la Zarzuela desde el 11 de febrero hasta el 13 de marzo. En este caso se trata de un programa doble integrado por dos zarzuelas casi inéditas de dos de los llamados Padres de la Zarzuela, Joaquín Gaztambide y Francisco Asenjo Barbieri. Sus títulos, respectivamente: El Estreno de una Artista y Gloria y Peluca.


La primera, El Estreno de una Artista, está basada en la ópera cómica francesa Concert à la cour, ou La Débutante, del dramaturgo Eugène Scribe, en colaboración con Mélesville, posee un libreto de José de la Villa del Valle, y fue estrenada en el Teatro del Circo de Madrid en 1852. Dos años antes lo hacía la primera creación zarzuelística de Barbieri, con libro de Ventura de la Vega, Gloria y Peluca, en el Teatro Variedades de la capital.

El plantel de voces solistas estará integrado por Fernando Latorre, Marisa Martins, Marco Moncloa, José Manuel Montero y Sonia de Munck, entre otros, junto a la dirección musical de los jovencísimos José Miguel Pérez-Sierra y Santiago Serrate, la escénica de Ignacio García y la escenografía a cargo de Juan Sanz y Miguel Ángel Coso.

La trama argumental de ambas obras en un solo acto se ha unido y conectado gracias a la labor de Ignacio García. El telón de fondo, Florencia, hacia 1850, en la corte del Gran Duque, amante de la música. Dos jóvenes cantantes, Sofía y Enrique, intentarán abrise camino en el dificultoso mundo operístico de la época, acrecentado por la oposición del director musical de la corte, Astucio (diríamos que posee ese nombre por lo de "astuto") que no está para la labor de que a su esposa, la bella Marietta, le hagan sombra en los escenarios. En la segunda obra, la de Barbieri, la historia continúa, cuando ambos jóvenes, ya triunfadores, son vistos por Astucio y Marietta (ahora costurera ella, ahora peluquero él) con bastante mala uva.

Gaztambide y Barbieri fueron miembros de la llamada Sociedad Artística Musical, formada para impulsar en España la creación y consolidación del género zarzuelístico (género grande por aquellos años), librándolo paulatinamente de la poderosa influencia que ejercía la ópera italiana a mediados de ese siglo XIX. Ellos, entre otros, impulsaron el proyecto de construcción de un gran Teatro Lírico Nacional, el actual Teatro de la Zarzuela, para representar allí los títulos compuestos por los propios miembros de la Sociedad. Antes de este acontecimiento, que llegaría en 1856, arrendaron el viejo Teatro del Circo, donde estrenarían los primeros títulos que hicieron grande a nuestro género lírico, siendo la primera zarzuela digna de destacar: Jugar con fuego (1851), del propio Barbieri, aún con una notable influencia italianizante.


Es muy estimable la labor que el Teatro de la Calle Jovellanos realiza al recuperar títulos olvidados de nuestra lírica que, en muchos de los casos, no se han visto en escena desde el mismo día de su estreno. En este caso se trata de dos obras "menores" que contribuyeron a la implantación del género zarzuela en nuestro país, contrarrestando la pesante omnipresencia italiana en la música y francesa en los libretos (El Estreno de una Artista aún está inspirada en un libro francés, como igualmente lo estaría más tarde Los Diamantes de la Corona de Barbieri). 

La culminación del nacionalismo español en nuestro género lírico llegaría en 1874 con el estreno de su zarzuela en tres actos El Barberillo de LavapiésPara que se perciba hasta qué punto esa influencia operística italiana fue tan poderosa, los temas que desarrollan ambas zarzuelas tienen que ver con la propia disciplina artística del teatro cantado; en la representación de Gloria y Peluca se van a incluir fragmentos de una ópera belcantista italiana exitosa en aquellos años: I Capuletti e i Montecchi, (Capuletos y Montescos), de Vincenzo Bellini.


Editorial

Aún queda mucho por hacer en la tarea por recuperar nuestro patrimonio musical español más olvidado, ya que es inabarcable el número de títulos líricos que todavía están esperando en los enormes armarios de la SGAE (sí, al menos sirve para algo ese edificio). Nunca será suficiente, tanto por el esfuerzo que conlleva desempolvar una nueva obra de la que apenas hay referencias de interpretación, como por el trabajo de llevarla a escena de una manera que "llegue" al espectador y no "rechine" en la actualidad. 

Esto sólo lo puede llevar a efecto, no nos engañemos, un Teatro Lírico Nacional con capacidad y recursos suficientes, como es el de la Zarzuela, a pesar de los implacables recortes presupuestarios a los que ha sido sometido y lo será en la próxima temporada. El esfuerzo de las compañías privadas también es digno de señalar (muchas de ellas como la de Francisco Matilla emprenden proyectos de zarzuelas inéditas: los títulos olvidados de Ruperto Chapí que llevó a escena en el centenario de la muerte del compositor en 2009) aunque no poseen los mismos medios técnicos que un teatro con capital estatal. Por lo tanto, conformémonos, aunque no queramos, con tener un par de títulos "nuevos" a lo sumo, cada dos años, por parte de una institución dependiente del INAEM (aunque, siendo sinceros, ya tocaba, desde el estreno en 2008 de De Madrid a París de Federico Chueca y Joaquín Valverde).


Imágenes y tráiler de la producción cortesía del Teatro de la Zarzuela



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