Impresiones sobre la Tetralogía
Qué puede decir de La Walquiria, queridos lectores, este modesto aficionado a la ópera, que no se haya dicho ya por muchos cabezas sesudas del mundo musical. Una obra enmarcada dentro de un ciclo de cuatro óperas, la Tetralogía wagneriana, que es quizá la mayor hazaña músico-escénica de toda la historia de la ópera y del arte en general. Las leyendas mitológicas nórdicas plasmadas en el Cantar de los nibelungos y otros poemas adaptados libremente por Wagner, llevadas a un nueva concepción de teatro musical en donde debía condensarse una obra de arte total: la Gesamtskunstwerk. Esa libre adaptación de las leyendas nórdicas y escandinavas lleva a Wagner a presentar una compleja y exhaustiva visión integral del universo humano. Podemos decir que Wagner en cierto sentido fue un humanista.
Aquel que no sea wagneriano debería quedar igualmente impresionado por esta cima magistral de la creatividad musical humana. Las pasiones, el miedo, la valentía, el amor, la codicia, el poder... todas las manifestaciones interiores y los sentimientos imaginables de la especie humana están descritos con abrumadora expresividad en este ciclo colosal de cuatro óperas. Se me nota la vena wagneriana, qué le vamos a hacer. Aunque con Wagner se mantiene una relación de amor-odio continua: a veces piensas que Rossini tenía razón cuando decía que Wagner tenía muy buenos momentos, pero cuartos de hora insoportables; y en otras ocasiones escuchando al alemán (cualquier ópera de las suyas, pero especialmente la Tetralogía) te preguntas fascinado desde lo más profundo: ¿hay algo más grande que pueda haber concebido en arte el ser humano?
Los procedimientos musicales utilizados, ya de por sí revolucionarios y audaces, hacen de la Tetralogía una creación filosófica, trascendental, única; a saber: el relacionar cada personaje, objeto o situación, con pequeños motivos musicales o células armónicas (leitmotivs), que a su vez se metaforsean convirtiéndose en nuevos motivos conductores (lo que lleva a una auténtica sistematización musical del drama narrado; aunque este método musical ya fue utilizado en óperas precedentes por Wagner, en la Tetralogía fue llevado a sus máximas consecuencias); la melodía infinita, que vehicula continuamente la acción sin detenciones en el discurso musical (anulando la división tradicional entre números cerrados), aspecto que está unido a la importancia de la orquesta, auténtica narradora de los hechos, y la adopción del arioso (algo muchísimo más elaborado y complejo que un recitativo) de los solistas vocales en gran parte del desarrollo musical. En definitiva, una creación inédita hasta entonces que marcará un antes y un después en la historia de la música, que llegará sus máximas consecuencias en la ambigüedad tonal y el excesivo cromatismo del Tristán e Isolda, y que abrirá la senda a las vanguardias de los primeros años del siglo XX, con la Segunda Escuela de Viena a la cabeza.
Sobre La Walquiria
¿Quién no ha escuchado la celebérrima Cabalgata de las walquirias en películas como Apocalypse Now de Coppola, cuando los helicópteros de la Primera División de Caballería bombardeaban el poblado vietnamita, o en anuncios de televisión, series, dibujos animados como Looney Tunes, etc? Ese fragmento ha dado la vuelta al mundo y ha servido de banda sonora a multitud de imágenes bélicas y no tan bélicas.
En La Walquiria encontramos la primera ópera dividida en tres actos tras El Oro del Rhin, ópera estructurada en cuatro escenas sin solución de continuidad que sirve de prólogo al ciclo. Esta ópera es la continuación argumental de El Oro del Rin.
Ya en el mismo preludio, con los obsesivos y siniestros acordes de las cuerdas, Wagner hace introducir al espectador en el ambiente sombrío y tenebroso que impregnará el primer acto: un oscuro claro en el bosque, llueve y truena mientras el héroe Siegmund (tenor dramático) huye desesperado de sus perseguidores y encuentra la cabaña de Sieglinde (soprano lírico-dramática) y su esposo Hunding. En este acto encontramos bellísimos e inspirados momentos, muy líricos, los leitmotivs asociados al amor fraternal (y carnal) entre Siegmund y Sieglinde contrastan con los que representan a Hunding (bajo), el nibelungo que está casado con Sieglinde, a pesar de ella. Pero todo llegará a un máximo clima de orgía musical en el momento en que Siegmund desentierra la espada que dejó clavada en el árbol su padre Wotan (bajo o bajo-barítono) (adaptando el aspecto de un anciano), cuando la orquesta presenta en todo su esplendor el motivo de la propia espada (Nothung, "Necesaria") cerrándose el acto de forma heroica y triunfal.
En el acto segundo asistimos a un ambiente no menos lóbrego y oscuro: el diálogo entre el dios supremo (Wotan) y su esposa, la diosa del matrimonio (Fricka, mezzosoprano), que reprocha a su marido el incesto entre los hermanos Siegmund y Sieglinde. Antes Wotan ha ordenado a su valquiria favorita (Brunilda, soprano dramática) que proteja a los enamorados, y es cuando se escucha en la orquesta por primera vez el vibrante tema de las valquirias que luego en el acto tercero se desarrollará en mayor medida, todo ello acompañado por el grito de guerra de Brunilda. Hacia la mitad de este acto los dos jóvenes entonan un extenso dúo y dramático dúo (Hunding les persigue con sus perros y Sieglinde ya lleva en su seno el fruto del amor de Siegmund: éste será su hijo Sigfrido). El final del acto representa la lucha a muerte de Hunding con Siegmund, un episodio musical de una fuerza dramática y una crudeza sobresalientes (Wagner introduce abundancia de metales), que concluye con la muerte de Siegmund provocada por Wotan (el dios se siente impotente y tiene que castigar a su propio hijo por imposición de la diosa Fricka), a pesar de haber sido ayudado por Brunilda, contraviniendo los deseos de su padre. Al final Wotan mata a Hunding con un gesto de su lanza, concluyendo el acto con unos brutales y secos acordes.
El acto tercero se abre con la mencionada y popularísima Cabalgata de las valquirias (esas valientes guerreras que se nos representan con sujetadores de hierro), transportando en sus monturas los cadáveres de los héroes muertos en combate hacia la residencia de los dioses: el Walhalla. Las exclamaciones de guerra de las hijas de Wotan son acompañadas de un discurso musical a ritmo de marcha con abundante presencia de los metales. Cuando aparezca Wotan en escena furioso y recriminando su actitud a las valquirias, estas desaparecerán acobardadas, oyéndose en la lejanía el motivo a ellas asociado. Pero será a Brunilda (la valquiria protagonista del título) a la que castigue, por haberle desobedecido y haber ayudado a Siegmund en el combate contra Hunding: para ella preparará un círculo protector de fuego mágico (con ayuda de Loge, dios del fuego) del cual deberá sacarle aquel héroe que no conozca el miedo (Sigfrido, hijo de Siegmund y Sieglinde y protagonista de la siguiente ópera del ciclo). Conpungido, Wotan se retira. Para este momento Wagner crea uno de los mayores momentos de toda su producción: la despedida de Wotan; es sobrecogedor escuchar este pasaje abrumador donde un padre se ve obligado a desprenderse de lo más preciado para él como es su hija. Todo llega a su máximo clímax cuando la potente voz de Wotan llama a Loge y una exhuberante orquesta describe la formación del círculo mágico, tras lo cual Wotan se despide afligido de su apreciada valquiria, terminando la ópera de forma calmada y relajada, con una alargada nota.
Argumento
Libreto y versiones
Aquí dejo los vídeos de la producción del Metropolitan Opera House (dos fragmentos del acto primero y uno del segundo), disfrutad como nibelungos, y que no os entren ganas de invadir Polonia (como decía el director de cine y actor Woody Allen cada vez que escuchaba la música de Wagner...)
Es curioso, fijaos, el Wotan de Bryn Terfel está caracterizado de forma muy parecida al personaje de "Ojoloco Moody" en la cuarta peli de Harry Potter, con un parche en el ojo...
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