lunes, 7 de mayo de 2012

Juguete lírico en pequeño formato

El escenario de la Sala Verde de los Teatros del Canal ofrece al espectador que accede a ella materiales de utillería de una compañía ambulante de ópera. Si hablamos de que se va a representar una zarzuela, no puede ser otra que ese juguete cómico-lírico que es El Dúo de la Africana de Manuel Fernández Caballero, esta vez en una nueva versión reducida a piano con la firma escénica del siempre efectivo Emilio Sagi.


Ya asistimos en el año 2009 a una particular versión pianística de la obra en el Teatro María Guerrero a cargo de Xavier Albertí (que a su vez tocaba el piano) y Lluïsa Cunillé en una producción del Teatro Lliure de Barcelona que se trasladó a una sureña república bananera, con un ácido componente de crítica social y pinceladas de sensualidad arábiga.

Es El Dúo de la Africana una disparatada y entrañable obra de género chico a la que se le puede sacar mucho juego si se la representa bien. En el presente caso Sagi, en esta producción del Teatro Arriaga (Sala BBK), ha ambientado oportunamente la acción en la España de los años cincuenta, pero hallamos únicamente casi al final la inclusión de un personaje relacionado con esta época: un comisario/censor católico fácilmente sobornable que apareciendo súbitamente prohíbe la representación de la zarzuela por cuestiones morales.


Asimismo, hemos comprobado que algunos de los personajes originales se han ridiculizado y caricaturizado de tal manera que se ha llegado a niveles esperpénticos, caso de Amina, la hija del empresario de ópera Querubini, cuya caracterización ha sido de un histrionismo muy superior al de su padre. Resultado de esa exageración o excentricidad se han añadido dos personajes de relleno, como son dos descaradas costureras, prototípicas del "marujeo" y el cotilleo actuales, que a ratos comentan entre sí las peripecias de la compañía de ópera ambulante, un elemento que podría ser totalmente prescindible. A ello se une el carácter de maestro chiflado que se ha imprimido al propio pianista y director musical del montaje, el joven Rubén Fernández Aguirre, que mientras no toca el piano en los números musicales, conversa con las costureras o se dedica a ensayar movimientos de judo.


El componente de austeridad en la escenografía y en el personal (doce únicos coristas) hace que esta producción sea un ejemplo palmario de zarzuela en tiempos de crisis. Hay que reconocer que la ausencia de la orquesta resta brillo a los cantables, y esa ausencia se podría adivinar causa de que los músicos de la JORCAM comparten simultáneamente función en la Sala Roja interpretando el musical Amadeu. Pero no se entiende muy bien por qué se ha pretendido simultanear ambos espectáculos pudiendo repartir mejor estas 8 únicas jornadas en cartel de la Africana a lo largo de la temporada y así haber podido disponer en ellas de los músicos de la JORCAM.

Como ya es costumbre en otros teatros los exteriores del escenario de esta sala polivalente se han utilizado para las entradas y salidas de los coristas y de la madre del tenor Giuseppini, que aparece por la platea preguntando al público por su hijo.


Como la Antonelli, una pizpireta Mariola Cantarero a la que el personaje se le adhiere como un guante (el personaje es andaluz y ella es granadina). Demuestra un gracejo y un salero sureños como pocas lo han conseguido en este papel, realzados con la naturalidad que imprime a su interpretación actoral. También dotó a la Canción Andaluza del garbo oportuno (aunque lució bastante poco con el acompañamiento pianístico y el contrapunto de sólo 12 voces). Su partenaire, el tenor Javier Tomé como Giussepini, aunque en general apocado y no demasiado galante, estuvo muy suelto en la escena del continuo ensayo del dúo de Selika y Vasco de Gama de la ópera original de Meyerbeer en la que se basa la zarzuela, con los arrumacos y agarres que da a la tiple Antonelli delante de su esposo Querubini; y vocalmente expresivo al lado de Cantarero en el emblemático dúo final, sobre todo en la segunda parte del mismo, donde se erige el espíritu baturro: "No cantes más la Africana, vente conmigo a Aragón".


El Querubini de Felipe Loza no tiene ni por asomo la chispa y la comicidad del recreado en su día por el barítono Luis Álvarez (producción del Teatro Real, 2003 y 2004) pero resultó muy creíble en ese italiano macarrónico que Miguel Echegaray le exige en el texto. Comprobada no obstante su carencia de voz lírica en el cómico duetto bufo con Giussepini, que fue mejor interpretado cómicamente que cantado. Entre los personajes secundarios destacar a la extravagancia personificada de Itxaso Quintana como Amina, al tenor cómico Lander Iglesias como el regidor Inocente Pérez y por encima de todos a la actriz Gurutze Beitia como Doña Serafina, una gran recreación de la distinguida madre que intenta llevarse a su hijo contra viento y marea a su Zaragoza natal.

En suma, 80 minutos para esbozar alguna que otra carcajada en una zarzuela de género chico embalada en un pequeño formato.

En este vídeo promocional la Antonelli no es la Cantarero, sino otra soprano, ignoramos por qué

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