martes, 24 de diciembre de 2013

Fernández Arbós, 150 años

#TalDíaComoHoy de hace 150 años nacía en Madrid el compositor, violinista y director de orquesta Enrique Fernández Arbós

Aunque gran parte de su producción está orientada a la música orquestal y de cámara, nos ha dejado una zarzuela que mezcla sinfonismo posromántico con tintes de sainete: El centro de la tierra, aventura subtitulada "viaje cómico-lírico fantástico-inverosímil en dos actos" con un libreto de Celso Lucio y Ricardo Monasterio al estilo de la famosa obra de Fernández Caballero Los sobrinos del Capitán Grant, que fue estrenada en el Teatro Apolo (la "catedral" del Género Chico) en diciembre de 1894 ante un público madrileño que recibió la obra con auténtica estupefacción, al estar casi únicamente acostumbrado a los tipos y argumentos del sainete castizo y no a personajes irreales y mitológicos, como dioses y gnomos, que habitan en mundos subterráneos (más propios de la imaginería wagneriana), ajenos sobremanera a su cotidianeidad. La música era de amplios vuelos sinfónicos para el público deseoso de una obra musicalmente más ligera. Tampoco ayudó que los tres intérpretes principales fueran los tradicionales actores-cantantes que daban siempre vida en el Apolo a los entrañables tipos madrileños: los cómicos José y Emilio Mesejo y Joaquina Pino, que en la obra debían pasar por dioses al llegar al centro de la tierra, y lo cierto es que, aunque revestidos de una gran comicidad, no convencieron ni se vieron cómodos interpretando sus papeles.

A pesar del estrepitoso fracaso del día del estreno (en el que los reventadores hicieron su agosto como en ningún otro hasta entonces), El centro de la tierra es una obra con increíbles hallazgos a nivel musical, donde en la cuidada orquestación y el tratamiento de la armonía se evidencia la amplísima cultura y los sólidos conocimientos musicales de su autor. Algunos de sus números recuerdan vivamente a óperas de Wagner como Tristán e Isolda (el Intermedio del primer acto) o la Tetralogía (aquí con una alusión clarísima a la "Entrada de los dioses en el Walhalla" de El oro del Rin en la "Marcha Triunfal de los Dioses" que cierra el primer acto de la zarzuela). Como hemos dicho, la orquesta tiene un especial protagonismo en toda la obra, hasta el punto de que adquiere funciones descriptivas, como el terremoto y la erupción que lleva a los protagonistas al centro de la tierra en el primer acto, o los devuelve a sus hogares en el segundo.

Otros números se acercan al carácter balletístico de la ópera francesa (como los tres "bailables" del acto segundo). Suenan mucho más a zarzuela (y se amoldan más al puro espíritu del sainete) fragmentos como la Mazurca de los pichones, la Mazurca de los Mutiladores, el Chotis de la Fuente o la Habanera entre Novia y Novio, dos personajes episódicos dentro de la alocada trama de la obra que tiene como protagonistas a Pura, Román y Doroteo. Doña Pura es la patrona de una pensión donde se hospeda el acordeonista Román, el cual molesta con el continuo toque de su instrumento a otro huésped, el viejo militar carlista Don Doroteo. Sin haberlo pretendido, y fruto de las disputas entre los dos hombres, los tres personajes llegarán hasta el mismísimo centro de la tierra y allí conocerán a los curiosos y estrambóticos seres que lo pueblan, que les tomarán por dioses. Y nuestros amigos también hallarán lo que es más importante: el preciado y codiciado Talismán, con el que huirán a Madrid.


Podemos disfrutar de esta espléndida zarzuela del maestro Arbós gracias a la grabación discográfica completa que el director de orquesta José Luis Temes realizó en 2005 para el sello Glossa junto al Coro y la Orquesta Sinfónica de Madrid (la formación que el propio Arbós dirigiera una etapa de casi 35 años) y con la participación de la soprano Milagros Martín, el tenor Emilio Sánchez y el barítono Luis Álvarez, en los papeles principales.

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