2/1/2014. Teatro de la Zarzuela (Madrid). Concierto de Año Nuevo con
Celso Albelo (tenor). Orquesta de la Comunidad de Madrid, Cristóbal
Soler (director). Programa: obras de Offenbach, Donizetti, Verdi, Chapí,
Vives, Luna, Penella, Giménez y Serrano.
El tenor tinerfeño Celso Albelo
ha saludado el año nuevo con un concierto para el recuerdo en el
coliseo de la calle Jovellanos, uno de los pocos teatros líricos
nacionales que ha organizado una programación
navideña atractiva y de calidad. El evento ha contado de nuevo con la participación del director
titular del teatro, el valenciano Cristóbal Soler, que con su expresiva dirección y su entusiasmo derrochador hizo partícipe a la Orquesta de la Comunidad de Madrid del ambiente de celebración que pudimos disfrutar los espectadores en el Concierto de Navidad del pasado 23 de diciembre.
Estructurado en dos partes claramente diferenciadas en torno a la ópera
belcantista italiana y nuestra zarzuela, el concierto se abrió brillantemente
con la festiva obertura de la opereta Orfeo en los infiernos de
Offenbach, que fue llevada por Soler con sumo equilibrio entre las partes más
líricas y las más animadas, como el célebre can can final, donde el disfrute de
director y orquesta era manifiesto, lo que hacía contagiar inexorablemente al
respetable. Además de un magnífico empaste de todas las secciones, esta pieza
dio oportunidad para el impecable lucimiento de algunos instrumentistas de la
formación madrileña a través de sus distintos solos, como el clarinete, el
violonchelo o el violín. En otra conocídísima obertura, en este caso de la
ópera Nabucco de Verdi, Soler optaba por tempi bastante más
rápidos, pero siempre con un cuidado miramiento a las cambiantes rítmicas.
Pero los momentos de gloria de la orquesta se afianzaron tras el descanso
con el ramillete de obras orquestales de zarzuela incluidas en el programa,
capaces de deleitar por sí mismas al público fiel del teatro, como el popular
preludio de El tambor de granaderos de Chapí, con una sección de metales
y percusión desplegando todo su volumen; la escasamente programada "Danza
del fuego" de Benamor de Pablo Luna, traducida por un Soler que
parecía extasiado, con mucho refinamiento en relación a la sensualidad y
orientalismo que destila la obra, y el intermedio de La boda de Luis Alonso
de Giménez, que resultó un espectáculo de colorido y de ritmo. Hay que señalar
que el maestro valenciano es en general un director muy comunicativo y gestual,
pero tiene el defecto de la premura al dirigir demasiado velozmente ciertas
obras. Una muestra donde eso se puso más de manifiesto fue en el aria "La
donna è mobile" de la ópera Rigoletto, donde efectuó una desastrosa
entrada a la orquesta cuando todavía no estaban preparados algunos de los
instrumentistas. Es de reprochar, por otro lado, la tendencia de cierto sector del público de este coliseo a prorrumpir en entusiasmados aplausos antes de dejar que la orquesta ejecute la última nota en determinadas piezas de gran aparato y efectivismo sinfónico.
La aparición de Celso Albelo tuvo lugar con el aria de Edgardo "Tombe
degli avi miei" de Lucia di Lammermoor de Donizetti. Tras unos
instantes de duda inicial en la voz, el canario fue afianzándose con seguridad
hasta que su instrumento despuntó adquiriendo presencia con un recitativo
inicial plagado de matices y un aria donde volcó toda la calidez de su canto,
exhibiendo una elegante mezza di voce y que le hizo merecedor de los
primeros bravos de la velada.
Albelo es un gran heredero de la técnica de canto de Alfredo Kraus, a
pesar de que él recientemente ha manifestado no imitarle. Se percibe en su voz
netamente lírica un riguroso empeño de ir modulando las múltiples posibilidades
expresivas que le ofrece el registro de cabeza. El canario hace gala de una
correcta dicción apoyada en las consonantes, especialmente en la letra
"r", como en el aria de Nemorino "Una furtiva lagrima" de L'elisir
d'amore de Donizetti (el papel que ha interpretado en las últimas semanas
en el Teatro Real de Madrid), donde ofreció una recreación personal e
intimista, apianando de forma sumamente delicada en los finales de frase,
lo que en algunas ocasiones hacía que peligrara un tanto la firmeza de la voz
al situarse al borde del falsette. No obstante, sus capacidades de
lucimiento vocal se evidenciaron en el aria de Oronte "La mia
letizia" de I lombardi de Verdi, donde demostró su dominio del
fraseo antes de apuntalar el aria con un agudo firmemente labrado, timbrado y
preñado de armónicos, que levantó en cerrada ovación al teatro en pleno, lo que
igualmente ocurrió en "La donna è mobile" de Rigoletto que
concluía la primera parte.
En la zarzuelera segunda parte Albelo ofreció un canto más desatado y
liberado de rigidez, ostentando una vez más su facilidad para decir bien las
frases en la romanza "Por el humo se sabe" de Doña Francisquita
de Vives, a pesar de que confundió algunas palabras del texto, disculpándose
tras ello, algo que no importó en absoluto al público. Ese despiste quedó
subsanado en la pieza siguiente, donde consiguió un auténtico clima de
romanticismo entonando la exaltada romanza del protagonista, "Detén tu
alado paso", de Don Gil de Alcalá de Penella. Y el teatro fue inundado por un caudal de ovaciones tras el sobreagudo final atacado con limpieza de la
exultante jota de El trust de los tenorios que concluía el concierto y
que evocaba en nuestra memoria a su paisano Kraus. El público, como era
natural, estaba ávido de propinas y éstas llegaron con el bis de "La donna
è mobile" y el aria de los nueve does de pecho ("Pour mon âme")
de La hija del regimiento de Donizetti, un reto colosal para el cantante
en el que el tinerfeño demostró con creces su habilidad para el canto de
agilidad dentro de un repertorio, el belcantista, donde se mueve como pez en el
agua. Habría sido grato escuchar más piezas, especialmente de zarzuela, en la
voz del tinerfeño, pero debemos agradecer sinceramente al Teatro de la Zarzuela que para recibir
el año nos haya obsequiado con este regalo tan preciado.
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