En la actualidad, cada vez estamos más acostumbrados a presenciar
producciones operísticas minimalistas que tienden a la simplificación
así como a distribuir unos escasos elementos escénicos que, cual
estereotipos, se relacionan con la ópera representada.
Es en cierta medida el caso de la presente producción de la Carmen bizetiana, una de cuyas funciones representadas en 2009 en el Opernhaus Zurich lanza ahora al mercado el sello Decca
en sintonía con la propia Ópera de Zurich. En este montaje, el director
del Schauspielhaus de Zurich hasta ese mismo año, el regista germano Matthias Hartmann,
plantea una reducción al mínimo del universo de la gitana universal. Su
propuesta escénica, austera pero ciertamente imaginativa y realista,
parte de una plataforma circular en donde, cual simbólico coso taurino,
se desarrolla esta historia de pasión y celos concebida por Merimée. La
particularidad del diseño escenográfico, firmado por Volker Hintermeier,
estriba en colocar al comienzo de cada acto, en el centro del primer
término de la plataforma, un elemento que el director asocia con el
ambiente de cada uno de los cuatro actos de la ópera: en el primero un
inmóvil perro (artificial) que mueve automáticamente la cola cuando es
acariciado, en el segundo unas cajas que contienen botellas de vino, en
el tercero una piedra rocosa y en el cuarto un cráneo en apariencia de
un miura. Otro ejemplo de esta deconstrucción escénica de Carmen,
es señalar la fábrica de tabacos en medio de la nada del escenario,
mediante un recurso que podría estar tomado de un espectáculo de varietés: un cigarro suspendido del techo se posa encima de una puerta que abrirá paso a las cigarreras, Carmen incluida.
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