Por segundo año consecutivo, los Amigos de la Ópera de Madrid (AOM) han contado con el apoyo y resolución del Teatro de la Zarzuela para
celebrar su particular gala lírica, como agradeció el principal maestro de
ceremonias del evento, el crítico musical Francisco
García Rosado. En esta ocasión se han percibido grandes contrastes y una gran variedad de registros vocales entre
las dos partes que han conformado el concierto, apreciándose un mayor grado de
escolaridad en la primera, protagonizada por jóvenes valores que comienzan a
despuntar en el mundo lírico, y un nivel mucho más profesional y conseguido, en
la segunda.
La primera parte ha estado dedicada íntegramente a la
zarzuela, y en particular a la figura del maestro valenciano José Serrano, con
una amplia selección de La canción del
olvido. Como grandes caballos de batalla de esta obra, se ofrecieron los dos
dúos de Rosina y Leonelo, interpretados por el barítono granadino Pablo Gálvez y la jovencísima soprano ligera Elena Rey, los cuales cantaron con mucho empeño y arrojo pero carecieron de la necesaria implicación y preparación vocal para afrontar dúos
con tanto recoveco expresivo y filigrana melódica, y donde la Orquesta Sinfónica Barbieri, comandada por Rubén Sánchez-Vieco, tuvo en algunos
pasajes falta de cuidado sobre todo en el empaste de las cuerdas. Pese a todo
ello, pudimos apreciar las cualidades emergentes de estas promesas en alza, destacando
el fraseo elegante y la perfecta dicción de Gálvez (que también cantó la romanza “Junto al puente de
la peña”) y la facilidad de Rey para filar y ascender al agudo (también en “Marinela, Marinela”). Con acusado vibratto, la mezzo Anna
Moroz dio su aportación con dos romanzas escritas originariamente para
soprano y que sonaron más oscuras de lo acostumbrado: la romanza del trovador de La canción y la canción veneciana de El carro del sol. Por su parte, el tenor
Néstor Losán otorgó nobleza de canto y mucho aplomo a la romanza de Los claveles, así
como en las intervenciones que tuvo en la ronda y serenata del "Firulí" mientras que la voz lírica pero no de tan bello material del tenor Román
Barceló lució más en su expresiva y melódica romanza “Tu amor es una rosa”
de Las hilanderas, y no tanto en la
serenata “Soldado de Nápoles”, excesivamente desangelado sin la presencia de
rondalla, junto al Coro de
Juventudes Musicales de Granada, debutante en Madrid, un tanto desperdigado en las voces masculinas y
algo mejor empastado en las femeninas.
La segunda parte, mucho más amena musical y escénicamente,
estuvo consagrada enteramente al Don
Giovanni mozartiano. En este caso sí se encontró en todo instante una
batuta avezada y experimentada en el foso, como es la de Óliver Díaz, ofreciendo una obertura homogénea, dramática y flexible,
muy contrastada en ritmo y dinámicas. Su dirección se destacó por su general equilibrio
y un encomiable brillo y luminosidad orquestal, tan requerido en Mozart. Entre el
reparto, se encontró sin duda la mejor aportación en el barítono David Menéndez, un Leporello rotundo y
de gran volumen en su aria del catálogo, al que acompañó con una expresividad
realmente deliciosa. También fue asombrosamente contundente y de mucha garra en
los agudos la mezzosoprano Sandra
Fernández abordando su aria de Donna Elvira “Ah, chi mi dice mai”. Muy bien
colocada resultó la coloratura vocal en la parte final del aria de Donna Anna
“Non mi dir” por la soprano búlgara Svetla
Krasteva. Como mezzo, Beatriz Lanza ofreció demasiada morbidez, pastosidad y falta de ligereza vocal como Zerlina (personaje escrito para sopranos ligeras) en su aria “Vedrai, carino" y en su dúo con Don
Giovanni, cuyas partes, las que, sorpresivamente, no eran entonadas por el propio director desde el foso, fueron encomendadas a Pablo Gálvez, por enfermedad del anunciado barítono Giorgio Caoduro, y en donde se omitió el complicadísimo brindis “Finch’an dal vino”. El tenor Luis Dámaso desplegó
su belleza tímbrica en “Dalla sua pace” pese a cierta falta de detalle en el
fraseo y el barítono David Lagares
brindó con teatralidad y gravedad su breve aria de línea vocal muy bufa “Ho capito”.
El sexteto final de la ópera estuvo notablemente conseguido a nivel de concertación, con oficio direccional y una mayor primacía sonora de las voces femeninas.
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