Noche de Réquiem verdiano en el Monumental. El conjunto orquestal y coral de la radiotelevisión pública se ponía a las órdenes de su director titular Carlos Kalmar para ofrecer la Misa de Réquiem más operística jamás compuesta, la que Giuseppe Verdi dedicara en 1874 a la memoria de su amigo Alessandro Manzoni, una de esas obras de gran repertorio que siempre convocan a múltiples aficionados en las salas de concierto por condensarse en ella algunos de los mayores logros en expresión y dramatismo del maestro de Busetto.
La concepción del maestro uruguayo se ha definido por su
fuerte apasionamiento, vehemencia y desgarro. Fue la suya una de esas versiones
profundas, abiertamente incisivas, en las que el drama latió con fuerza y traslució por
todos los poros de la música. Las dos formaciones corales reunidas (unos
intachables Coro de RTVE y Coro Nacional de España) se hacían partícipes
en todo momento del fragor de la batalla a pesar de que en ciertos pasajes forte se veían abrumadas por el marmóreo
caudal de la orquesta de RTVE (que hacía vibrar especialmente en el recurrente
tema del Dies irae). Un clima que el
viento metal (atribuido desde tiempo inmemorial a la descripción del averno) contribuían
a subrayar en pasajes de gran efecto como en el aludido del juicio final, en el
Tuba Mirum o en el Sanctus. El intrínseco carácter
contemplativo del Réquiem verdiano también
era perfilado sobremanera por la puntillista batuta de Kalmar, con un muy
doliente Lacrimosa, altamente
conseguido a nivel de concertación de voces, que estremecía hasta llegar a lo
más hondo de la fibra sensible, como por ejemplo también lo hacían esos solos del
coro masculino en la teatral secuencia final.
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