La
Fundación Excelentia consolida su reputación como institución musical entregando por segundo año consecutivo sus premios a la Cultura en el Auditorio Nacional en dos jornadas consecutivas marcadas por sendos conciertos dedicados a Beethoven. En la primera de ellas (13 de abril), los premios fueron entregados a las empresas
Abanca, BMW, Chopard y
Cofares en la categoría de "Empresas comprometidas con la cultura", al
Teatro Real de Madrid y
Radio Clásica de RNE en la de "Efemérides de instituciones", y por último, a la
Real Banda de Gaitas de la Diputación de Orense, en la de "Proyectos culturales", una agrupación que obsequió al público con una grata muestra de su folclórico, sugestivo e hipnótico arte musical.
En la segunda jornada de entrega de los galardones (14 de abril), éstos fueron otorgados a la ilustre mezzosoprano madrileña
Teresa Berganza, en la categoría de "Trayectorias profesionales", que agradeció públicamente el premio y animó a confiar en las capacidades y los talentos de los jóvenes músicos; al director y compositor de bandas sonoras
Lucas Vidal en la de "Jóvenes talentos"; al Conservatorio Rodolfo Halffter de Móstoles en "Proyectos educativos", y por último, al Hospital La Paz por su "Acción social" en programas de musicoterapia.
Los dos conciertos "Especial Beethoven" convocaban al australiano
Kynan Johns, batuta habitual de los ciclos Excelentia. El primero tuvo en programa a la siempre recurrente
Novena Sinfonía del autor alemán en una lectura poco ortodoxa por un entregado y expresivo Johns a una muy sonora
Orquesta Clásica Santa Cecilia, con un discurso parco e irregular en matices en el primer movimiento, tendiendo hacia la urgencia y la precipitación, con un
Scherzo precisamente marcado y una línea melódica del
Adagio muy conseguida, gracias en buena medida al éxtasis alcanzado por las cuerdas. El
Presto final transpiró fuerza y vigor en las voces de la
Sociedad Coral Excelentia de Madrid, junto a cuatro solistas vocales (Kate Ladner, soprano,
Roger Padulles, tenor, Daniela Vladimirova, mezzosoprano y
Rodrigo Esteves, barítono) que defendieron con rigor sus funciones de integración con la masa coral, pese a que el tenor catalán viera ahogado su discurso en la sección
Alla marcia. En general, una "Coral" más efectista que profunda y que tenía mucha prisa en acabarse, como lo podría atestiguar el más que vertiginoso acorde instrumental final, atacado a una velocidad de vértigo.
El segundo concierto dio inicio con una obertura
Egmont que, a pesar del pesante y vigoroso sonido extraído por el director australiano, pareció sólo despertar y adquirir interés en el vibrante
crescendo final. Tras ella, el Concierto nº 5,
Emperador, convocó al pianista italiano
Domenico Codispoti, quien demostró que se mueve mucho mejor en el terreno del intimismo que en el del más puro virtuosismo, ya que ofreció un muy poético tiempo lento, extremadamente sutil en la digitación, que resume lo mejor de su aportación, la cual no se oscurece ante los logros técnicos alcanzados en los movimientos extremos.
La Quinta sinfonía que cerraba este concierto demostró una visión de conjunto de la obra muy certera del maestro australiano, lectura en la que supo extraer claroscuros y pujanza rítmica desde el celebérrimo primer movimiento hasta un
Allegro final en el que optó por la repetición de la exposición, no así en el
scherzante tercer tiempo.
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