Existen ciertas músicas que le permiten a uno viajar en el tiempo a la misma época en que fueron compuestas. Ese es el caso de la música antigua, con lo de poder evocador que siempre consigue traslucir. Y esa sensación de traslación temporal se acrecienta si el entorno en que esta música es ejecutada acompaña y se adapta a las peculiaridades de un valioso y en gran medida redescubierto repertorio que, hoy por hoy, se encuentra en continuo ascenso y en un estado de salud envidiable. Eso es lo que trata de hacernos sentir el ciclo de música antigua y de cámara "Clásicos en Verano", que cada año pone en marcha con mucho empeño la Comunidad de Madrid en distintos municipios con interesantes enclaves históricos como el que nos ocupa.
Con la ubicación ideal del descuidado hasta no hace demasiado tiempo, pero ahora en pos de una necesaria restauración, Palacio del Infante Don Luis de Borbón de la localidad de Boadilla del Monte, cuatro miembros del muy imbricado y competente conjunto de música antigua La Ritirata, que lidera artísticamente el chelista Josetxu Obregón, obsequiaron a todo aquel que se quiso acercar libremente al edificio dieciochesco con una memorable actuación que supuso un recorrido por variadas músicas de corte españolas y italianas del Renacimiento y primer Barroco bajo el casi socarrón título de "Il Spiritillo Brando", que, tal y como hizo saber al público el propio Obregón, se traduce en un geniecillo que, según la leyenda y las supersticiones populares, pululaba por las calles de Nápoles desde tiempos inmemoriales. Lo cierto es que escuchando a los cuatro instrumentistas en la rítmica pieza homónima del laudista napolitano Andrea Falconiero, resulta sumamente llamativo comprobar la capacidad descriptiva de unas composiciones en esencia camerísticas pero escritas con todo el potencial abanico de recursos estilísticos de la música danzable de la época.
Mientras el discurso musical de las flautas de pico es el elemento preponderante en las dos series breves de piezas de Falconiero que se ofrecieron en el programa, en las cuales asombra el intachable empaste y la limpieza técnica de Tamar Lalo y la precisa coordinación rítmica con sus compañeros, no es menos asombroso constatar cómo uno de los más inmediatos antecedentes de las suites bachianas para chelo solo se puede hallar en una pieza de finales del XVII como la ricercare VI de Domenico Gabrieli, por su increíble semejanza técnica y expresiva con las suites del Kantor de Leipzig en esa amalgama de tresillos y arpegios que recorre con incisiva autoridad y rústica sonoridad el violonchelo de Josetxu Obregón. Un instante musical de esos de verdadero recogimiento que nos hace reflexionar sobre cómo el genio alemán debió tanto estilísticamente a sus contemporáneos italianos, en este caso a aquellos violonchelistas de la capilla de la Basílica de San Petronio de Bolonia, como Vitali, Jacchini y el propio Gabrieli, que La Ritirata vino a hacer justicia y rescatar de ese ingrato olvido de los tiempos.
La música producida en nuestras fronteras, pero emparentada igualmente con Italia, también se abrió camino a través del universo de armoniosas cadencias y trepidantes ritmos renacentistas y prebarrocos, como recercadas de Diego Ortiz, las cumbées de Santiago de Murcia o esas jácaras y canarios "por la A" de Gaspar Sanz, que sirvieron de inspiración ya en el siglo XX al valenciano Joaquín Rodrigo para dar broche final a su guitarrística Fantasía para un gentilhombre, y que aquí fueron soporte idóneo para que la guitarra barroca de Pablo Zapico luciera toda la capacidad rítmica e improvisatoria de la que es capaz al lado de la tanto mesurada como vibrante percusión de Daniel Garay, según demandara la intensidad del acompañamiento. En definitiva, hemos podido disfrutar de una encantadora velada musical enmarcada en un ideal entorno palaciego que esperamos se repita en el futuro en muchas más ocasiones.
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